Eres puro veneno.
Otra vez lo único que tengo son mis recuerdos. Nuevos recuerdos.
Otra vez no nos hablamos.
Otra vez tengo ganas de verte, hablarte, huir contigo.
Y otra vez hacemos como que tú y yo, ni nos conocemos.
Te extraño, Caín. Creo que es la primera vez que lo digo así.
Te diría que tengo unas ganas terribles de acostarme contigo otra vez, y sí, la verdad es que sí, pero no solo es eso. Extraño platicar contigo. Extraño que me platiques. Contigo todo fluye distinto.
Por alguna estúpida razón me gustas demasiado. Me gustan tus ojos. Me gustan tu barba y sus barbitas perdidas pelirrojas. Me gusta tu piel, tu textura macilenta como mantequilla. Me gustan tus labios. Me gusta tu sonrisa y tu risa. Me gusta ese olor tuyo que sigo notando mucho aunque apestes a cigarros. Me gusta tu cabello aunque se vuelve un mega desmadre.
Y el único recuerdo real que tengo, es una maldito moreton enorme que me hiciste con esa agresividad de siempre.
Y tengo unas ganas de mandarte un mensaje en este momento, pero ni sé de qué platicarte y me gana el orgullo. El orgullo de que no quiero quedar como una tonta que está enamorada de ti.
Fuck.
¿Acaso acabo de admitir mi enamoramiento?
Qué mierda.
Y no debería permitirme ese lujo porque todo mundo cree que tú y yo no somos nada. Que tú eres el cabrón popular de la universidad, el desmadre en persona. Y yo la chica bonita, con futuro brillante, novia perfecta y equilibrada.
Y entre más escribo más pendeja me siento con todo.
Y aún así, no logro liberarme de tu veneno. De las ganas que siento de ti.
Son demasiadas confesiones para un día.
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