A mí me gustan los cabrones: los que te arrancan la ropa y te rompen el culo; a los que, al igual que todos, tú también les vales madres; a que hacen lo que quieren y nada los detiene.
Nací con los cuernos por delante, le perforé el vientre a mi madre.
No murió pero siempre me odio.
Y si me odia ¿quién más que ella iba a quitarme los cuernos?
Me los dejé crecer, y crecer. Y se retorcieron como los de carnero.
Y los cuernos tenían una sola utilidad: acorralar caballeros.
Mil veces 'las niñas' lloraron porque les quite a sus príncipes.
Y ellas me decían:
—Zorra, zorra, puta, zorra.
Y yo pensaba:
—Soy una cabrita, una borreguita.
Los príncipes se desvivían y me entragaban su reino.
¡Pero qué aburrido estar sentada vestida de muñeca, y tomar café con la reina!
El príncipe me quería en su casa, comprarme vestidos y hacerme el amor con cariño.
Y de los quinientos príncipes que embabuqué, cuatrocientos noventa y nueve no supieron hacer un orgasmo.
¡Qué desperdicio!
Y yo que le entregué mi virginidad al primero: aburrido y ñoño.
Y entonces descubrí a ese cabrón.
Que estando yo casada con el príncipe del Aguila,
tuvimos sexo en el mismo lugar que el príncipe me hacía el amor.
Claro, desapareció; pero me hizo correr infinidad de veces.
¡Pero algo de dignidad me quedaba!
No iba a correr a buscar los brazos de ese cabrón.
Seguro había miles de donde él había salido.
Un día me encontré con un cabrón que decía amarme.
—Te amo, te amo, te amo mucho porque eres hermosa. Pero eso sí, no te amo más que a mí.
Ese cabrón desaparecia meses y luego volvía para tener 'aventuras'.
Ese cabrón me llevo a los bordes del volcán, a escalar los árboles, a la nieve, a los desiertos.
El príncipe, que para en ese entonces ya era otro, jamás me hubiera llevado.
—Esos son sitios muy extremosos para una damita.
Decía.
—¿Y si te pasa algo, mi amor? ¿Qué haré yo sin ti, vida mía? No podría vivir.
En fin, provoqué unos dos mil suicidios.
Ese cabrón me quería y me llevaba a dónde quisiera.
Ese cabrón me llevaba en su moto y presumía nuestro prohibido amor. (Claro, tirarse a la mil veces princesa)
Ese cabrón nunca me entregó "su reino".
Ese cabrón jamás me compró ni una zapatilla.
Ese cabrón jamás me pidió matrimonio.
Y yo, por dentro, deseaba que ese cabrón, me pidiera matrimonio y me dijera: mi amor.
Nací con los cuernos por delante, le perforé el vientre a mi madre.
No murió pero siempre me odio.
Y si me odia ¿quién más que ella iba a quitarme los cuernos?
Me los dejé crecer, y crecer. Y se retorcieron como los de carnero.
Y los cuernos tenían una sola utilidad: acorralar caballeros.
Mil veces 'las niñas' lloraron porque les quite a sus príncipes.
Y ellas me decían:
—Zorra, zorra, puta, zorra.
Y yo pensaba:
—Soy una cabrita, una borreguita.
Los príncipes se desvivían y me entragaban su reino.
¡Pero qué aburrido estar sentada vestida de muñeca, y tomar café con la reina!
El príncipe me quería en su casa, comprarme vestidos y hacerme el amor con cariño.
Y de los quinientos príncipes que embabuqué, cuatrocientos noventa y nueve no supieron hacer un orgasmo.
¡Qué desperdicio!
Y yo que le entregué mi virginidad al primero: aburrido y ñoño.
Y entonces descubrí a ese cabrón.
Que estando yo casada con el príncipe del Aguila,
tuvimos sexo en el mismo lugar que el príncipe me hacía el amor.
Claro, desapareció; pero me hizo correr infinidad de veces.
¡Pero algo de dignidad me quedaba!
No iba a correr a buscar los brazos de ese cabrón.
Seguro había miles de donde él había salido.
Un día me encontré con un cabrón que decía amarme.
—Te amo, te amo, te amo mucho porque eres hermosa. Pero eso sí, no te amo más que a mí.
Ese cabrón desaparecia meses y luego volvía para tener 'aventuras'.
Ese cabrón me llevo a los bordes del volcán, a escalar los árboles, a la nieve, a los desiertos.
El príncipe, que para en ese entonces ya era otro, jamás me hubiera llevado.
—Esos son sitios muy extremosos para una damita.
Decía.
—¿Y si te pasa algo, mi amor? ¿Qué haré yo sin ti, vida mía? No podría vivir.
En fin, provoqué unos dos mil suicidios.
Ese cabrón me quería y me llevaba a dónde quisiera.
Ese cabrón me llevaba en su moto y presumía nuestro prohibido amor. (Claro, tirarse a la mil veces princesa)
Ese cabrón nunca me entregó "su reino".
Ese cabrón jamás me compró ni una zapatilla.
Ese cabrón jamás me pidió matrimonio.
Y yo, por dentro, deseaba que ese cabrón, me pidiera matrimonio y me dijera: mi amor.
Y todo, por no limarme los cuernos a tiempo, mamá.
Hay mujeres que son alérgicas al amor.
ResponderEliminarUna pena.
Un caballero peleón es lo que querías, entonces.
ResponderEliminarBesetes, Starlight (y feliz año nuevo:) ).
M.
Parece mentira, pero hay gente enamorada del amor, y no de las personas.. Una pena, la verdad :(
ResponderEliminarMe encanto.
ResponderEliminarY la mayoria va en busca de cabrones, intentando fallidamente convertirlos en principes.
Saludos
Desde la oscuridad. Honey Minage.
Ame esta entrada. Conosco quizás mil personas con esa actitud. Que tienen príncipes, lo odian, y cuando encuentran el que encaja con ellas quieren convertirlo en príncipe. Pero bueno, todos tenemos nuestra vuelta de tuerca.
ResponderEliminarAbrazo!! :)
Está muy bueno lo que escribiste.
ResponderEliminarDesgraciadamente, yo soy de esas que se enamoran del amor y de la ternura, lo cual no creo me lleve por muy buen camino...pero, en fin.
Gracias por visitar mi blog! Te espero de vuelta.
Nos estamos leyendo ;)
Besos
Joder, tienes algo especial. Me has dejado idiota por como escribes. Me suscribo a tus entradas a la de ya.
ResponderEliminarooh!! que genial!! es buenisimo!! me ha gustado "encabronadamente".
ResponderEliminar=D sonrisota.
Saludos!!
Es genial, realmente genial.
ResponderEliminarY esque conforme iba leyendo, me iba acordando de que muchas veces preferimos a quellos ''chicos malos'', a aquellos que no nos prometen hacernos felices eternamente. Nos enamoramos de los que nos acaban jodiendo, de los que, se irán y volverán.
Un beso, y gracias por pasar,
www.smileandwomanocry.blogspot.com ♥
Una mujer jamas estara completa si no conoe los dos lados de la moneda.
ResponderEliminarAbrazos
ajaja
ResponderEliminarque gran paradoja, sinceramente.
Hay siempre dos tipos de hombre, sin duda, los cabrones y los caballeros. Pero admitamoslo, los caballeros son demasiado sosos.
Un beso! May R Ayamonte∞
Es algo triste, pero es cierto, la mayoria de las veces nos enamoramos de los cabrones, aunque yo por suerte creo que ya he escarmentado ;)
ResponderEliminarUn ¡¡besazo!!
Sin duda es una gran reflexión lo que me ha echo pensar en lo que básicamente es lo que realmente queremos algo así como un payaso ninja jajajaj
ResponderEliminarUn beso, me paso ♥
PD: Aprende a bailar bajo la lluvia
wow, lo has escrito tu? valla, si que te mereces un aplauso! que creatividad! un estilo muy propio...
ResponderEliminarescogista palabras muy faciles que lo hicieron realmente interesante!
pobre mujer...
besos Ü
Cómo me gusta tu blog, cabrona. :-)
ResponderEliminar(Creo que no es tu estilo, pero por si te apetece hacer un meme/test sobre libros en mi blog... 7 pecados capitales) :-)
EliminarPreciosa entrada, es alucinante, aunque triste también...
ResponderEliminarQuería felicitarte por un blog tan bonito e invitarte a pasarte por el mío y si te gusta, me sigues ;) Yo ya te sigo!!^^ Un besootee!
http://viviendoennuestrocuento.blogspot.com.es/