¿Han sentido alguna vez la sensación de que deberían hacer algo solamente porque la vida se acaba? ¿Porque absolutamente nada de lo que hagas en este mundo contará al final? En unos años, o incluso menos, nadie lo recordará. La destrucción es inevitable, como la muerte. Siempre habrá gente sufriendo, gente feliz, gente triste, etc.
Claro, hacer bien a otros se siente bien, pero lo hacemos porque nos sentimos bien haciéndolo. De vez en cuando la ilusión de que preferimos sentirnos mal por el bien de otros existe, pero yo no creo que sea así.
Todos somos egoístas.
Pero cada quién a nuestro estilo.
Todo era más fácil cuando pensaba que lo máximo que podías aspirar eran los logros académicos, de investigación, de descubrimientos.
Y aún lo creo.
Y sí, soy una nerd.
Pero en algún momento mi mente decidió que prefería su placer, tener aquello que deseaba, porque pareciera que no tuviera nada qué perder. Lo que pudiera perder, no era nada que no pudiera recuperar, borrar, dejar de importarle.
Y por eso mi mente lleva días molestándome. Me susurra: quédense de ver, dile que quieres verlo, que extrañas no verlo en los pasillos. Es un ratito, nadie se entera. No tiene porque ser malo.
A ese pedacito lo tengo en un muro de contención. Afuera todo dice: no lo hagas, no lo hagas, no lo hagas. Podrías desencadenar una guerra.
El muro no es solido.
Nunca lo ha sido.
Frecuentemente en mi vida se ha roto.
Lo peor es que las "roturas" solo hacen que compruebe que no hay nada qué perder. Que cualquier momento oscuro o desesperado, ha tenido un fin, y que nunca he dejado de avanzar.
Esto suena a libro de autoayuda.
Pero en realidad es un libro de autodestrcción.
Poesía de a peso, segunda parte.
No hay comentarios:
Publicar un comentario