Les agradezco muchísimo que se tomen el tiempo de leer mis entradas y dejar su opinión. Me sorprende la cantidad de gente que me sigue, pienso que es bastante para un blog que acaba de iniciar.
Por otro lado me alegra que les haya gustado la historia anterior. De cierta manera es parte de una especie de "Novela" que escribo, pero aun no esta lo suficientemente bien estucturarada como para publicarla (me refiero al planteamiento, nudo y desenlace); pero tan pronto lo tenga la publicaré, pero aquí les dejo otro pedazo.
Cayó la tarde con aliento cálido. Tomé la ruta treinta y seis que me llevaba al centro al rededor de las cinco y cuarto. El trafico era ligero y en cuestión de cuarenta minutos me encontraba sentada en el borde de la fuente de la alameda. Las gotas de agua me acaricaban como si sintieran lástima por mí. Había perdido la esperanza de que viniera desde que nos habíamos citado. Probablemente sólo lo había hecho para humillarme, vengarse por lo que alguna vez le había hecho, o simplemente se olvidaría porque no le importaba.
Fingí leer mi libro aunque me era imposible concentrarme en sus palabras, constantemente levantaba la mirada para ver si me encontraba con aquel chico de cabellos castaños y ojos color miel que me había amado más de lo que Alex alguna vez me amaría.
Las hojas de los árboles empezaban a reflejar el color rojo escarlata que estaba tomando la tarde y la gente comenzaba a marcharse cuando alguién tomo lugar a lado mío.
—Pensé que no vendrías— ni siquiera le volteé a ver.
—No eres la única— miró con desdén y suspiré.
—Creí que estabas aquí porque querías verme— metí el libro en mi bolsa de estambre.
—Sabes bien que bromeo— sonrió sin ganas y revisó en los bolsillos de sus jeans para evitar mi mirada— toma.
Me entregó un sobre anaranjado.
—Es de Sophie, no quiere que te vayas— Lo guardé
—Scott...— dudé en lo que iba a decirle —Si no quieres estar aquí puedes irte —me tembló la voz.
—¿Qué tal está Alex?— sonrió con malicia. La rabia me subió hasta la garganta y se hizo nudo —Bastante bien- forcé una buena cara— ayer me llevó a cenar y tuvimos una noche excelente
—¿Por qué me mientes Paula?— soltó una risita burlona y cruzo los brazos- Alex salió de viaje desde hace un mes...
—¡Lárgate Scott! — miré al los árboles mientras los ojos se me humedecían de rabia y apretaba los dientes.
Toda la malicia de Scott se desvaneció. Él no era así. A él le era imposible hacerme daño. —Perdón, no era mi inteción... —me sostuvo entre sus brazos
El ambiente olía a tabaco, dolor y arrepentimiento; probablemente Scott había estado fumando antes de llegar para calmarse el ansia.
Nos quedamos en silencio viendo como un hombre de overol azul empezaba a encender las lámparas de la plaza una a una. —Sí la era Scott— por fin le devolví el abrazo —pero no importa, aún así...
—Sí importa- Interrumpió— ni siquiera debería saber eso... — torció la boca
Negué con la cabeza y acarice su mejilla. Sus ojos eran dulces, alegres pesé al dolor que denotaban; la respiración y los labios le temblaban. Acarició mi cabello con delicadeza, bien sabiamos que desde hacia meses nos comiamos entre miradas y roces.
—Ya no te veré tan seguido... —soltó despues de un largo rato de silencio—No lo sé —me aparte de él— no sé ni lo que va a pasar mañana.
Sentí como el calor de su cuerpo quemaba mi sangre fría. Rosamos labios y sin pensarlo lo besé. Fue suave, dulce, sin lujuría alguna, incluso pensé que iba a desmoronarse como los mazapanes. Había ganado el juego.
Bien sabes, Scott, que nunca tendrás esa frialdad.